Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


1 de septiembre de 2013

LA LEY DEL DIEZMO


Michael Clark
 
Siempre encontré interesante como ciertos maestros de iglesias han seleccionado ciertas porciones de la ley Judía para traerlas por encima de este nuevo y vivo Pacto de fe en Jesucristo, para luego forzar a las Iglesias gentiles a seguir estas leyes y costumbres Judías los cuales nuestros así llamados “líderes” agarran y eligen para su propia conveniencia y bienestar y para la sobrevivencia de sus instituciones hechas por el hombre.
La doctrina del diezmo es un buen ejemplo. Es claramente una ley del Viejo Pacto.

Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días.

Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo [el diezmo], por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. (Dt. 14:22-26)

Cuando un hombre fuerza esta ley en el pueblo para asegurarse a sí mismo un ingreso seguro, o salario, él se pone a sí mismo y a la iglesia bajo maldición, no bendición. El también cesa de vivir por fe. Vera usted, Pablo está enseñando aquí que usted no puede seleccionar y elegir cuando se trata de la ley. Como hemos visto en Gálatas capitulo tres, si usted sigue la mas pequeña porción de la ley, usted debe guardar “todas las cosas escritas en el libro de la ley” perfectamente.
En Gálatas capítulo cinco Pablo continúa este tema:

Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa. (Gál. 3:3-9)

Cuando usted trata de construir un fuerte argumento para el diezmo legalista del Nuevo Testamento, usted realmente se debe esforzar para encontrar un soporte espiritual. Es interesante que una práctica tan fuertemente enseñada en estos días en las iglesias, sea raramente mencionada por los escritores del Nuevo Pacto.
Ellos solo mencionan la práctica del diezmo en cuatro lugares.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. (Mat. 23:23)
Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello. (Luc. 11:42)

Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. (Luc. 18:10-14)

Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. (Heb. 7:4-10)

En los primeros dos pasajes, Jesús está reprendiendo la justicia propia de los fariseos por diezmar, mientras al mismo tiempo dejan de lado lo que más importa como la justicia, amor (misericordia), y fe (fidelidad). Parece que está diciendo que no debían haber dejado de lado la justicia, la misericordia y el amor en vez del diezmo. Jesús está despellejando a los fariseos que se paran ante Dios jactándose de diezmar regularmente por un lado, mientras alaba al recolector de impuestos por acercarse al altar en humildad y recibir el perdón que estaba pidiendo. ¿No hubiese sido esta una excelente oportunidad para que Jesús dejara en claro cuan importante es para la iglesia el diezmar? En vez de eso, él recalcó la importancia de mostrar misericordia, hacer justicia, y caminar humildemente ante Dios (Miqueas 6:8).

En el pasaje de Hebreos, el autor está mostrándonos que Jesús no era del sacerdocio Levítico, sino de una orden de autoridad más elevada al compararlo con Melquisedec, el misterioso rey y sacerdote de Salem (ahora llamada Jerusalén). Abraham le dio el diezmo del botín luego de rescatar a su sobrino Lot de algunos reyes paganos. Aquí una vez más Jesús en la forma de Melquisedec cumplió la ley del diezmo con la ayuda de Abraham, el hombre de fe.

Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. (Heb. 7:17-19)
Me impresiona que a través de todo el Nuevo Testamento, ni Jesús ni los Apóstoles recalcaran lo importante que era para los Gentiles el diezmar en sus iglesias, y con todo, hoy es una de las enseñanzas mas repetidas dadas en los púlpitos. Como Shakespeare le escribió a Hamlet: “La dama protesta mucho, yo pienso”.

Mire el contraste del corazón del Pablo con respecto a recibir de la Iglesia:
“… y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos. (2 Cor. 12:14-15)

Ahora usted probablemente esté diciendo: “¿Si esto es así, cómo vamos a sostener todos nuestros edificios y personal pastoral?” La iglesia del Nuevo Testamento no vio en esto un problema. Aquellos que están haciendo la obra de ministrar, andaban por fe. Estos hombres y mujeres confiaban en Dios para que proveyera sus necesidades y a menudo trabajaban para sostenerse a ellos mismos y a otros. Estos creyentes practicaban el dar a los pobres y a los necesitados (Vea Hch. 2:44-45; 4:32; Stg. 1:27; 1 Jn. 3:17-18), y eran alentados a apoyar a alimentar a los ministros (Vea 1 Cor. 9:9; 1 Tim. 5:18). A menudo daban toda su fortuna, no solo el diezmo, debido al abrumador amor de Dios por los perdidos, los necesitados, y Sus ministros. Pero allí no había salarios ni edificios que mantener, solo corazones que proveían las necesidades de todos los que necesitaban en amor.
 La Ley y la Iglesia - Michael Clark

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Matthew Henry